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La Pericona en la interpretación de Vuela Charinga.

  • Foto del escritor: McH
    McH
  • 26 oct
  • 4 Min. de lectura


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Chiloe, con su paisaje único y su rica tradición cultural, es el hogar de uno de los bailes más emblemáticos del sur de Chile: La Pericona. Este tradicional baile chileno tiene sus raíces en las zonas rurales de Argentina y Uruguay, donde fue desarrollado a partir de la influencia de diversas danzas coloniales. Su nombre original, pericón o perico, hace referencia a la figura que lideraba la danza, quien era conocido como el "pericón". En Chile, este rol fue tradicionalmente asumido por el bastonero, una figura central en la ejecución del baile.


La historia de la pericona en Chile comienza a principios del siglo XIX, cuando la danza llegó con el Ejército de San Martín durante las luchas por la independencia de América. Fue hacia 1835 cuando comenzó a arraigarse en las festividades de Chiloé, un lugar donde las tradiciones se conservan con una fuerza inusitada, y la danza se integró con el paso de los años en las celebraciones populares de la isla. Hoy en día, La Pericona se baila en numerosas fiestas, tanto públicas como privadas, en Chiloé y en otras localidades del sur de nuestro país, y sigue siendo una pieza clave de la identidad cultural de la región.


Ahora, si hablamos de la canción La Pericona se ha muerto, nos encontramos con una de las composiciones más profundas y conmovedoras de Violeta Parra. Inspirada en la melodía tradicional de La Pericona, Violeta compuso esta obra para narrar la historia de una mujer humilde, la Pericona, que fallece debido a la pobreza y la marginación social. Con esta canción, Violeta Parra no solo captura el dolor y la desesperanza de la mujer de las clases más bajas de la sociedad chilena, sino que también denuncia la exclusión social y la falta de acceso a lo más básico: la salud, la alimentación y la dignidad.



La repetición de la frase “no pudo ver a la meica” en la canción subraya la impotencia de no poder acceder a atención médica por falta de recursos económicos. Este detalle revela la profunda crítica social de Violeta, quien denuncia cómo la pobreza condiciona la vida y la muerte de las personas, y cómo, en un sistema desigual, las vidas de los más vulnerables no tienen el mismo valor que las de aquellos que tienen acceso a los privilegios. Violeta no solo habla de una mujer, sino que universaliza su dolor, convirtiéndolo en la voz de tantos otros que sufren en silencio, condenados a la exclusión y la miseria.


A lo largo de la letra, Violeta utiliza elementos específicos de la vida cotidiana chilena, como cuatro reales, milcao y tamangos, que se convierten en símbolos de las necesidades más básicas e insatisfechas. Los cuatro reales representan una suma mínima de dinero, pero suficiente para señalar la brecha insalvable entre la miseria y la esperanza de una vida mejor. El milcao, un alimento tradicional de la zona, simboliza la carencia de una alimentación adecuada, mientras que los tamangos, un tipo de calzado usado por las clases más bajas, se convierten en el reflejo de la pobreza material y la falta de acceso a lo más elemental.


A través de estos detalles, Violeta construye una imagen vívida y desgarradora de la miseria y la exclusión social, que, aunque específicamente chilena, podría aplicarse a muchas otras realidades de América Latina.

Esta canción, tan representativa de la lucha social y la denuncia de las desigualdades, ha sido reinterpretada en diversas ocasiones. En este caso, la versión moderna que nos ofrece el conjunto argentino Vuela Chiringa aporta una nueva perspectiva a esta pieza musical. Vuela Chiringa es un quinteto que se especializa en fusionar el folclore latinoamericano con influencias de jazz y pop moderno, lo que le da a La Pericona se ha muerto una sonoridad fresca y contemporánea, sin perder su raíz tradicional. Esta versión de la canción no solo mantiene el mensaje de la original, sino que también lo adapta a los tiempos actuales, donde la pobreza y la exclusión social siguen siendo problemas persistentes.


El conjunto argentino logra, con su enfoque moderno, mantener la esencia de la obra de Violeta Parra, mientras la presenta a una nueva audiencia que quizás no esté familiarizada con la historia y el contexto de la canción. De este modo, La Pericona se ha muerto sigue siendo una denuncia vigente, un grito de resistencia y un llamado a la reflexión sobre las injusticias sociales que aún perduran. La música, como siempre, se convierte en un vehículo poderoso para la protesta y la transformación.


Al escuchar esta canción, tanto en su versión original como en la moderna de Vuela Chiringa, podemos reflexionar sobre el sufrimiento de aquellos que luchan por sobrevivir en una sociedad que no les ofrece oportunidades. Pero también nos invita a pensar en la esperanza, en la lucha constante de las clases más humildes por salir de la pobreza y la marginación. La música, como lo hizo Violeta Parra, tiene la capacidad de plasmar la realidad de los pueblos, de convertir las historias más trágicas en lecciones de vida, y de seguir siendo un medio para expresar la resistencia ante las adversidades.

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